Un llamado a la reconciliación

 



Todos conocemos la Parábola del hijo pródigo, un hijo que deseaba vivir su vida separado de su padre sin tener que rendir cuentas de lo que hacía a nadie. 

En la cultura Judía, pedir al padre la herencia era tan grave como desearle la muerte, negar a su propio padre.

Más tarde este hijo entró en razón, sintió en su corazón el deseo de la reconciliación, sabiendo que por su pecado era inmerecedor de las riquezas y del perdón de su padre. 

El Padre no resignado a perder a su hijo, mantiene su espera; cuando el Padre a la distancia lo ve venir, sale corriendo con los brazos extendidos, lo abraza, lo besa, está gozoso de verlo regresar. 


Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. (20)


¿Cómo el Padre a la distancia pudo identificar a su hijo?


Todos los días el Padre salía a buscar a su hijo, lo esperaba con asias de verlo regresar. Lo mismo que dijo Jesús en : Juan 10:14 Porque el Señor conoce sus ovejas.

Nosotros, los que nos hemos arrepentido delante de nuestro Padre, somos ese hijo perdido, a quién nuestro Padre ha buscado y esperado por nuestro regreso todos los días, y corrió y nos abrazó y nos vistió de santidad. 

Hemos pecado contra Dios, hemos malgastado sus riquezas, hemos hecho lo malo. 

Pero hemos vuelto arrepentidos, decididos a vivir una vida cerca de nuestro Padre, en rectitud, en Su santidad;  hemos vuelto a casa dispuestos a la reconciliación, porque así el Padre lo ha dispuesto. 

Nuestra reconciliación comienza en nuestro corazón tan pronto reconocemos nuestro pecado y se hace efectiva justo cuando el Padre nos ve venir a la distancia.

Nuestro Padre se goza de vernos regresar, y hace fiesta, porque su hijo que estaba muerto, ahora vive y ha sido sellado por Dios, por Su Espíritu Santo, en Su Pacto, nos ha dado las arras de la herencia, hemos sido hallados. 

Ven, Reconcíliate con tu Padre, No te pierdas las fiestas de la reconciliación, porque hay más gozo en el cielo por cada pecador que se arrepiente. 

Lucas 15:11-32






al servicio y la voluntad de mi Señor

Lecy Villaparedes 

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