Haciendo feliz a nuestro hombre Interior

EL EJEMPLO DE GEORGE MUELLER

George Mueller es notorio por su gran fe en la obra de sus orfanatos. En su autobiografía nos ofrece una sección titulada, "Como Estar Constantemente Feliz en el Señor." El se queja como por años el trató de orar temprano en las mañanas y encontró que su mente se distraía una y otra vez. Fue entonces cuando él descubrió lo que documenta así:
El punto es este: Miré con mayor claridad que nunca que mi primera y más grande responsabilidad, la cual debo cumplir diariamente, es tener un alma feliz en el Señor. Mi primera preocupación no es cuanto debo servir al Señor ni cuanto debo glorificar al Señor sino como puedo llevar mi alma a un estado de felicidad, y como mi hombre interior puede ser alimentado... Antes de este descubrimiento mi costumbre por casi diez años fue el darme en oración justo después de vestirme en la mañana. Ahora veo que la cosa más importante que debo hacer es entregarme a la lectura de la palabra de Dios y la meditación en ella para que de esta manera mi corazón sea consolado, favorecido, advertido, reprobado e instruido de tal manera que, mientras medito, mi corazón podrá llegar a un punto de comunión experimental con el Señor. Empecé entonces a meditar en el Nuevo Testamento desde el principio temprano en la mañana. Lo primero que hice después de presentar una breve petición para que El bendijera su preciosa palabra fue empezar a meditar en la palabra de Dios buscando obtener de cada verso una bendición. No con el fin del ministerio público de la palabra; no con el fin de la predicación sobre mis meditaciones; sino con el fin de obtener alimento para mi alma. El resultado que he encontrado casi invariablemente es que después de algunos minutos mi alma es llevada a confesión, gratitud intercesión o súplica. De tal manera que aún no entregándome a la oración sino a la meditación, con frecuencia casi de manera inmediata mi meditación se transformaba más o menos en oración. Así cuando confieso, intercedo, suplico o doy gracias al proceder al siguiente verso me sumerjo en oración por mi y por otros según me guia la palabra, pero aún manteniendo como prioridad que el objeto de mi meditación es alimentar mi alma.
El resultado es que casi siempre hay una gran cantidad de confesión, gratitud, súplica e intercesión entretejidos en mi meditación y mi hombre interno casi invariablemente es sensatamente alimentado y fortalecido y cuando llega la hora del desayuno con raras excepciones me encuentro en un estado sino feliz al menos en paz.
Ahora que Dios me ha enseñado este punto, es tan sencillo para mi como cualquier cosa, que lo primero que debe hacer un hijo de Dios en la mañana es obtener alimento para su hombre interior. Así como el hombre externo no está capacitado para trabajar por cualquier periodo de tiempo a no ser que se alimente, y siendo esto una de las primeras cosas que hacemos en la mañana, de la misma manera lo debemos hacer con nuestro hombre interior. Debemos tomar alimento para eso según se nos permita a todos. Ahora bien, ¿Cual es el alimento para el hombre interior? No la oración sino la palabra de Dios y he aquí de nuevo, no la simple lectura de la palabra de Dios de tal manera que pase por nuestras mentes como el agua corre por un tubo, sino considerando lo que leemos. Reflexionando sobre ella y aplicándola a nuestros corazones.
Por la bendición de Dios, atribuyo a este método la ayuda y fortaleza que he tenido para cruzar en paz profundas pruebas en tal forma como nunca antes experimenté; y después de haber utilizado este método por más de cuarenta años, puedo de la manera más completa y en el temor de Dios elogiar este método. ¡Que diferente es cuando el alma es refrescada y y llevada hacia la felicidad temprano en la mañana; que cuando sin ninguna preparación espiritual enfrentamos el servicio, las pruebas y las tentaciones que se nos presentan!
Tomado del libro Las marcas de un Líder espiritual, por John Piper.

Lecy Villaparedes
al servicio y la voluntad de mi Señor 

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